Las noticias que nos manda Antonio Damián desde Bobo Dioulasso (Burkina Faso) no han sido generadas en una forma al uso. No son el fruto de un viaje fotográfico, ni mucho menos de un viaje con un fin turístico ni comercial. Surgen como consecuencia de una desafortunada circunstancia -la grave enfermedad de un familiar-, que obligó a Antonio Damián a desplazarse para ayudarle.

Burkina Faso, que viene a significar el país de los hombres honorables o íntegros según la fuente de información que utilicemos, es uno de los países más pobres del mundo y está situado en un territorio artificialmente dividido por las potencias coloniales, en una de las zonas más conflictivas del planeta: el Sahel, concretamente en su porción central. Como es habitual en África se trata de un país multiétnico y donde conviven diferentes creencias religiosas.

El Sahel central abarca junto a Burkina Faso, parte de los países de Mali y Níger, que se encuentran en una situación similar a la del primero. Su endémica situación de pobreza se ha debido en gran medida a la escasez de agua, agravada por el impacto del cambio climático y por la inestable situación política. Todo ello ha provocado la existencia de grandes migraciones, de manera que se calcula que en la actualidad en Burkina Faso se ronda el medio millón de desplazados y refugiados. 

En el momento que la mejoría en el estado de salud de su hermano se lo permitió, Antonio Damián comenzó a dedicar un corto espacio de tiempo cada día para documentar el acotado recorrido que realizaba desde la Misión al hospital. Es Antonio Damián un fotógrafo que tiene a las personas por el objeto principal de su interés, y dentro de ellas busca fundamentalmente la forma de expresar su dignidad y fortaleza, aún en situaciones adversas. 

Su capacidad de percepción y su objetivo se posaron sobre cuatro escenarios: la calle, hábitat natural de los niños y mujeres, en los que Antonio Damián busca su mirada límpida y curiosa; el comercio, uno de los espacios más característicos de cualquier país africano; las miradas, con las que los protagonistas de las fotografías nos transmiten su serenidad, integridad, curiosidad y esperanza; y por último la formación, mecanismo a través del cual los jóvenes esperan encontrar nuevas formas de vida y la manera de ser útiles a la sociedad. En todo caso, siempre las personas como centro de su interés.

Realmente resulta difícil entender que el conjunto de este trabajo se haya obtenido en unas pocas sesiones, en un espacio reducido y en una hora determinada del día, con las dificultades que ello conlleva desde el punto de vista fotográfico. 

Yo la explicación la encuentro en que es el fruto de un acercamiento empático y desinteresado de un gran fotógrafo y persona: Antonio Damián Gallego Gómez, que de una situación dramática ha sido capaz de extraer esta muestra de ilusión y aliento con tan gran carga de belleza fotográfica. 

Juan Atenza Fernández